lunes, 23 de junio de 2008

El babe Ruth cubano

EN PRIMERA FILA

Por Gilberto Dihigo

El que diga ser un amplio erudito del béisbol y no sepa quién fue George "Babe" Ruth, o hace una mala broma o sencillamente mírelo fijo a los ojos, comprobará que está loco de remate. No puede ser de otra manera, Babe Ruth simbolizó con sus jonrones la espectacularidad en el deporte de las bolas y los strikes. Sus legendarias 60 pelotas fuera del parque en una temporada, todavía sirven de excusa a periodistas y aficionados para sus polémicas.

Ruth fue en el beisbol, lo que representó Mozart para la música, un escogido de los dioses, por ello en 1930 le pagaron 80 mil dólares y superó por 5 mil el sueldo del presidente estadunidense Herbert Hoover. Ese a grandes rasgos fue el "Bambino". Sin embargo, en una ocasión, el legendario Ruth tuvo que entregar su corona de superbateador a Cristóbal Torriente, un desconocido pelotero cubano. Torriente nació en la occidental provincia de Matanzas.

Allí comenzó a practicar el beisbol, pero no es hasta 1913 que inicia su vida profesional con el equipo Habana. Cuando concluye el campeonato embarca para los Estados Unidos a jugar en la Liga de color con los Cubans Stars de Tinti Molina y Abel Linares, quien era el dueño absoluto del béisbol cubano. Linares contrató a los Yanquis de Nueva York para una serie de exhibiciones contra los equipos Habana y Almendares y es en medio de ese tope, el 6 de noviembre de 1920 que los espectadores del duelo Yanquis-Habana se quedaron boquiabiertos. Torriente disparó tres jonrones y un doblete en el juego, mientras el gran Babe no bateó un solo "jilito", silenciado por el lanzador Isidro Fabre.
Al terminar el partido un periodista le preguntó a uno de los peloteros visitantes su opinión acerca de los tres jonrones del cubano. El anglosajón exclamó "It is this way Babe Ruth, turned black", que traducido significa, "Así se batea, Babe Ruth se volvió negro".

Torriente quedó segundo lugar de los bateadores cuando concluyó esa serie con average de 400 (35-14) y Ruth en sexto escaño con 345. Su fuerza al bate lo avalan las estadísticas, ya que es uno de los jugadores cubanos que logró 300 o más en 10 temporadas, además se tituló indistintamente como líder de los bateadores, hits y bases robadas en dos campeonatos y campeón de carreras anotadas, cuatro veces.

Con 1,75 de estatura, su carrera en las Ligas Negras transcurrió entre 1913 y 1932, época en que promedió 339. Para muchos expertos era el mejor jardinero central en ese circuito, debido a su gran movilidad, precisión y fuerza en el tiro a las bases. Se desempeñó además en segunda base y como pitcher, donde obtuvo récord de 15-5. Permaneció 17 años en las Ligas Negras con los Cuban Stars, Chicago American Giants, Detroit Stars, Kansas City Monarchs y Cleveland Cubs.
Fue el primer campeón de bateo de esa liga en 1920, con promedio de 432, cuando jugaba para los Chicago American Giants. Guió a esa franquicia a títulos consecutivos en el período 1920-1922 y en ocho campañas promedió por encima de 300.

De él contó Martin Dihigo esta anécdota que aparece en el libro "Mi padre el inmortal" de mi propia autoría: "El día 25 de diciembre de 1924 jugaban en Matanzas los clubes Habana y Santa Clara. Durante la Nochebuena Torriente se emborrachó hasta caer al suelo. Teníamos doble juego por la mañana. Cuando llegó al banco daba pena el aspecto que ofrecía. El olor a alcohol podía sentirse a medio metro. Todos pensábamos que no podría salir al diamante, pero cuando supo que el lanzador del Santa Clara era el zurdo Streeter se animó y dijo que jugaría para entrarle a "palos". Conectó un jonrón, un doble y un sencillo. En el noveno episodio el manager Miguel Ángel González lo sacó y me mando a cubrir la posición. Torriente se fue a dormir la borrachera debajo de un árbol y no hubo forma de despertarlo para el segundo desafío".

Así fue Cristóbal Torriente, el Babe Ruth cubano, el hombre que a los 31 años tuvo que alejarse para siempre del deporte por su apego a la bebida. Muchos investigadores del béisbol se preguntan si el negro Torriente hubiese podido entrar a las Grandes Ligas, prohibidas en ese tiempo para los hombres de esa tez. Tal vez un erudito actual que no conociera a Cristóbal Torriente tendría los mismos calificativos como el que conceden al que no conozca a Ruth.

Cristóbal Torriente por ser negro no estuvo en las mayores y su nombre quedó en la sana especulación, la memoria de los viejos y en el latido incansable de la historia del beisbol latinoamericano que lo reconoce como uno de sus inmortales. Por fortuna el 30 de julio del 2006 Torriente fue exaltado al salón de la fama de Cooperstown y ahí está junto a Martin Dihigo, Tany Pérez y José de la Caridad Méndez, el "Diamante negro".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno el comentario.-