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¡Qué daría por volver a jugar así, en una calle pelada, con un bate, una pelota de lo que sea y correr para llegar quieto! Otra de mis adicciones de toda la vida es el taco. Me especialicé en hacer las pelotas con una bola o chinata de cristal, rodeada de tela o idealmente con una media de mujer, enrollada en hilo de coser o de papalote y envuelta en esparadrápo.
Con esa pelota tiraba de todo, en los eternos juegos a pleno sol entre acera y acera, nudillos, tenedor, curvas y las rectas a la zurda y la derecha que me reventaron el brazo. Todavía jugar taco (uff, hace mucho tiempo que no lo hago) es uno de mis grandes placeres.
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