Vi completo el partido de anoche entre los Mets y los Cubs jugado en un abarrotado Shea Stadium. Vamos por parte, dijo Jack el Destripador.
Los Cubs jugaban un partido más, y los Mets su clasificación.
Los Cachorros dieron el primer mordisco en el segundo, pero Delgado metió un jonrón con las bases llenas. El partido se puso 5-1 en el tercero.
El mexicano Oliver Pérez tiraba sus rectas a 96 millas, estaba medio descontrolado pero se las arregló para sacar outs hasta el quinto, cuando lo sacaron, a mi juicio, en una decisión errada, para traer a Dioner Sánchez, quien con hombres en segunda y tercera permitió un hit y se empató el juego a 5.
Cuento corto, en el octavo los Mets llenaron las bases y no fueron capaces de traer la del gane. En el noveno abrieron con triple (¡sin outs, sin out!) y tampoco pudieron anotar en una estrategia maravillosa de Piniella de lanzarle (y ponchar) a Wright, darle boleto a Delgado y Beltran y dominar a Church.
Pues bien, una simple regla del béisbol dice que la que no haces te la hacen, y los Cachorros hicieron 3 en el 10.
¿Qué falló por enésima vez? El relevo. No fueron capaces de mantener una ventaja de cuatro carreras, señores, de cuatro carreras.
Milwaukee ganó y se empató con los Mets en el wild card y los Filis siguen a 1,5 juegos.
Si Nueva York queda fuera, me parece que la anunciada renovación de contrato de Minaya peligrará. Hasta un niño de cinco años sabe que los Mets necesitan brazos que saquen outs.
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